domingo, 1 de abril de 2018

Everest. Porque está ahí




La mítica expedición que George Mallory y Andrew Irvine protagonizaron en 1924 para intentar coronar la cima del monte Everest ha dado lugar a miles de interpretaciones, opiniones y anécdotas a lo largo de los últimos noventa años. Unas, más centradas en los aspectos técnicos o científicos; otras, en los aspectos deportivos; otras, en los misteriosos y aun esotéricos; y otras, en fin, en los puramente literarios. ¿Llegaron (o llegó al menos uno de los dos) a la cumbre, convirtiéndose así en el primer ser humano del que se tiene constancia que lo haya logrado?
Ion Berasategi (Legazpi, 1969) es el autor de la última experiencia novelística centrada en esos personajes, que se titula Everest. Porque está ahí y que obtuvo el premio Desnivel de literatura en 2017. Pero la novela, lejos de constreñirse a narrarnos aquella espectacular aventura, plantea una arquitectura mucho más sugerente, mostrándonos dos historias paralelas. Por un lado, los sucesos de 1924, en los cuales varía el nombre de los personajes e introduce tantos datos históricos como imaginativos; del otro lado, el proyecto que inician en 2013 dos escaladores de amplia experiencia para conseguir llegar también al techo del mundo. Elegantemente astuto, Ion Berasategi introduce en ambas un elemento curioso, que las dota de tanto exotismo como justicia: una mujer. En la expedición de 1924, y sin que los escrupulosos miembros del British Mountain Committee sean informados, se admite a Anne-Lise Edwards, hija del maestro de Darjeeling y dotada de tanta energía física como fuerza de voluntad: camina al ritmo de los varones, destripa animales sin aparente asco, soporta los rigores del frío como sus compañeros y no teme a las inclemencias meteorológicas. En la expedición de 2013 la sorpresa será Pema, de quien se nos explica en la página 43 que era “una preciosa mujer con unos rasgos tibetanos muy marcados: sus ojos, de párpados ocultos, eran negros como el basalto, igual que su largo cabello. Su nariz era redonda, simétrica, perfecta. Y sus mejillas, cuarteadas por el frío viento del norte, presentaban un color rojo muy seductor”. Como añadido tierno, a esta última expedición se une también un enorme perro vagabundo, bonachón y fiel, al que los escaladores Kurdo y Karpov bautizan con el nombre de Do-khy…
Con un estilo narrativo sólido, Berasategi nos va ofreciendo en esta fascinante novela multitud de paisajes, descripciones técnicas, detalles culturales y emociones, que te consiguen mantener atrapado hasta el final… incluso para saber cómo termina la partida de ajedrez que Karpov mantiene por teléfono con el cubano Boris Dimitri.

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