martes, 14 de noviembre de 2017

Guerra y pan



Jesús Zomeño lo ha vuelto a hacer. Tras publicar aquel libro excepcional de relatos titulado De este pan y de esta guerra (Contrabando), que nos trasladaba al mundo de la Primera Guerra Mundial y por el que recibió el premio de la Crítica Valenciana, amplía ahora el ciclo con Guerra y pan, que no desmerece ni un ápice del anterior.
Los protagonistas de estas nueve historias vuelven a ser combatientes ingenuos o tristes, mutilados de guerra o viudas arañadas por la melancolía. Seres, en suma, heridos por la ignominia bélica, que sobreviven como buenamente pueden: unos consiguen quedar protegidos por la amnesia (como en el relato anafórico del soldado Rusty); otros se envolverán en un humor triste, tras el que se esconde una lección espeluznante (Marcel Galliard); y otros, en fin, cazarán moscas en las trincheras, para matar el tiempo y soportar la vileza y el horror que los cercan.
De las nueve historias, que están magníficamente construidas y donde el lirismo aflora en los lugares más insospechados (la estructura epitafial de “Hablemos de la belleza” es sobrecogedora), dos sobresalen a mi entender por encima de las demás: “Máscaras” y “Moneda francesa”. En el primer texto asistimos al diálogo entre dos mutilados faciales, un inglés y un alemán, que abordan temas como el odio, la conmiseración o la divinidad y que culmina con un cierre de brutal intensidad psicológica; en el segundo veremos a un mendigo que recibe con amargura las monedas galas que una berlinesa deposita junto a él, y que acabará siguiendo a la mujer para descubrir el misterio que porta en sus ojos.

Libro duro. Libro magnífico. Libro canónico. De los que se pueden releer cada cierto tiempo para descubrir nuevas aristas y nuevos brillos. Guerra y pan confirma la calidad exquisita de este narrador albaceteño afincado en Alicante.

1 comentario:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

Un libro duro, un libro magnífico, un libro "cañónico" , como lo lees, cañón de Navarone como decía mi abuelo cuando estaba ante algo muy muy grande o gordo...o cuando yo misma me metía en un lío, si este era de Cañón de Navarone, prepara el culo y no pierdas de vista la zapatilla...

Un beso Rubén.