viernes, 29 de septiembre de 2017

Y tú, por tanto, otra cosa



El amor que nutre las páginas de Y tú, por tanto, otra cosa no puede tener un inicio más natural ni más sencillo: “Empezamos siendo dos vidas desconocidas”, nos asegura Salva Robles casi en el inicio del poemario. Pero pronto esos senderos iniciales se fueron “agostando entre las sombras” y brotó el itinerario común, que se llenó de películas, manos, libros, ojos, música, labios, cuadros y piel.
Todo cabe en esta acumulación sedimentaria o explosiva de sensaciones: el brote lírico que puede surgir de cualquier producto de belleza (“Cosmética necesidad”); la hermandad dulce que forman las pupilas y los dedos a la hora de buscar un libro en la estantería (“Aspiración”); la cotidianidad lánguida de todos los objetos y paisajes que rodean el amor (“No olvidemos, vida mía, / que más allá de nosotros / están los semáforos, el lavavajillas, / los bancos y la ropa para planchar”); o el sofá donde la pasión ultima y aquilata sus detalles de fuego.
Entregado a la ceremonia de las palabras, el poeta alcanza cimas como el texto de la página 45, que no me resisto a transcribir:
“Quiero habitarte.
Tú eres la casa por amueblar
en la que caben esas estanterías
que ahora me sostienen.
Repisa a repisa,
espero derramarme sobre ti
como si a la vez yo fuera
un libro que quieres leer
y un espacio que necesito ocupar
para leerte”.
Todo el poemario burbujea con instantes voluptuosos, filosóficos, cultos, sensuales, reflexivos, que obligan a los lectores a sumarse a su dibujo interior, del que termina impregnado.

Deliciosa obra, en verdad.

1 comentario:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

Si todo el libro es así no dudo en leerlo...

Besos 💋💋💋