viernes, 1 de septiembre de 2017

Media vida



Afirmaba Jean-Paul Sartre que, cuando llega el término de la existencia, hay que trazar una raya y realizar la suma. No hay posible escapatoria para ese balance. La cifra que se obtenga en la parte inferior (que puede sorprendernos, pero que no admite ningún tipo de maquillaje) servirá como resumen aproximado de nuestra presencia en el mundo. La idea, desde luego, responde a un arquetipo psicológico o religioso en el que se ha confiado secularmente. Pero cabe también la posibilidad de introducir una pequeña variante en ella: que justo en la zona central de nuestro vivir, en el ecuador de nuestra existencia, nos detengamos y reflexionemos. ¿Qué he hecho hasta ahora? ¿Qué querría haber hecho? ¿Qué puedo borrar, enmendar o completar en mi corazón y en mi calendario?
Varias chicas que estudian en un internado de monjas en 1950 tardarán treinta y un años en formularse estas mismas preguntas. Dejemos que sea Julia, una de ellas, quien nos resuma la situación en la página 285 de la novela: “Trataba de recordar a las cinco niñas del internado. Olga, Marta, Lolita, Nina y ella misma. Olga la gorda. Marta la escritora. Lolita la dulce. Nina la quiromántica. No pudo evitar pensar: Y Julia, la huérfana o, peor aún: Julia, la desgraciada”. Cinco muchachas que se vieron envueltas en una situación desagradable, traumática, que marcó sus adolescencias y sus vidas futuras. Lo que ocurrió durante aquel verano del 50 fue tan monstruoso que todas han hecho esfuerzos ímprobos por olvidarlo, pero cuando Marta Viñó convoca una reunión para cenar en su nuevo restaurante todas comprenden que puede haber llegado el momento de mirarse a los ojos, enfrentarse a sus sombras y enjuiciarse las unas a las otras.
Olga, tras perder un buen montón de kilos, es la aburrida esposa del doctor Pardo, hombre ocupado y que presumiblemente no le depara demasiadas alegrías vitales; Nina se empeña en aparentar una juventud ficticia a base de un lenguaje grosero y de aparatosas confesiones sexuales, que consolidan su imagen de promiscuidad o imaginación; Lola está embarazada de su marido muerto, y se ha enamorado de su hijastro, un chico tan atractivo como dulce; Marta es una conocida cocinera, que vende libros como churros y que dispone de una amplia fama radiofónica; y Julia, la triste huérfana, la que actuaba como sirvienta de todas ellas durante la niñez, la marginada, la que terminaría siendo expulsada del colegio e incluso encarcelada ocupa ahora un escaño en el congreso de los diputados bajo las siglas del PSOE, tiene secretaria y chófer, es entrevistada por Luis del Olmo en hora de máxima audiencia y es una de las artífices de la ley de divorcio. Las tornas han cambiado. La vida ha cambiado. Cada una de aquellas cinco niñas es ahora una mujer que ha seguido una trayectoria distinta, pero que porta a su espalda un capítulo de sombra, un paréntesis sin cerrar, una factura que no ha sido abonada.

Y ahora, en una noche lluviosa de 1981, con unos manjares especiales en los platos y unos licores fuertes en las copas, todas tienen que girar sus naipes, mirarse, recordar, acusar, comprender, detestar o perdonar... Nos encontramos, pues, ante una fábula sobre las casualidades y las causalidades, ante un libro de contabilidad (vital y emocional) donde calidad, profundidad y amenidad se conjuntan para conformar una novela ágil, inteligente, fácil de seguir y llena de meandros psicológicos, con la que Care Santos ha obtenido el premio Nadal 2017. Aprovechen el inicio de curso para disfrutarla.

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