domingo, 5 de marzo de 2017

Libertinos, pornógrafos e ilustrados



Los autores del texto, Ana Morilla y Miguel Á. Cáliz, lo explican cautelarmente en la página 8 del volumen: “No es este un trabajo para eruditos, ni un ensayo de literatura comparada, sino un libro de divulgación para curiosos y lectores interesados en el tema”. ¿Y cuál es el tema? Pues la respuesta es tan sencilla como amplia: los libros donde el libertinaje sexual hizo acto de presencia durante el siglo XVIII. Así, se realizan aproximaciones a volúmenes tan conocidos como Fanny Hill (de John Cleland), Las amistades peligrosas (de Pierre Choderlos de Laclos), Justine o los infortunios de la virtud (del polémico marqués de Sade) o Historia de mi vida (de Giacomo Casanova), sin olvidar muchos otros que, huérfanos hoy de celebridad, contienen primores y libertades que consolidaron este tipo de literatura y le dieron vigor. Entre ellos, los españoles Fernández de Moratín, Félix María de Samaniego o el tinerfeño Tomás de Iriarte.
Nos explican los autores que el aroma de la libertad sexual se expandió en el mundo grecolatino pero que luego el rancio y pudibundo pensamiento cristiano “trajo consigo una demonización de la carne, una represión de las tendencias naturales y una ocultación de lo sexual” (p.18). Y esa intervención castradora, ese ambiente favorable a la abstinencia o la hipocresía, se extendió durante varias centurias, hasta que durante el XVIII, hartos de ese panorama, surgieron y proliferaron los libertinos, unos escritores que, liberados del yugo represivo del pensamiento conservador, se lanzaron a escribir sobre el sexo con un nuevo enfoque, mucho más libre y placentero. Y su esfuerzo resultó clave para que trazaran un punto de inflexión en la mentalidad de su tiempo. En ese sentido, no supone ningún dislate afirmar que el movimiento libertino “supuso una revolución casi tan importante como la revolución política que se fraguó en los Estados Unidos o Francia” (p.30) y que “nuestra época debe mucho a estos esforzados iconoclastas que lucharon contra los poderes de su tiempo” (p.32).
Este volumen deliciosamente escrito y profundamente documentado nos permite conocer también algunas de las ilustraciones que se crearon para completar las propuestas literarias. Con inteligente criterio editorial, el tomo presenta todas sus páginas impares dedicadas a la parte gráfica de la literatura libertina, y de este modo podemos tener acceso a las maravillosas propuestas de Paul Avril, Borel y Elluin, Fragonard o Barbier. Ellas constituyeron buena parte del atractivo de aquellos libros irreverentes, lúdicos y gozosos, y no podían quedar fuera de este trabajo de investigación.

En suma, un estudio delicioso de leer que nos devuelve la memoria de unos adelantados que, rompiendo los moldes grises de su tiempo, abrieron el camino a la modernidad. Ana Morilla, Miguel Ángel Cáliz y la editorial Traspiés nos permiten conocerlos mucho mejor.