domingo, 19 de febrero de 2017

Vosotros, los muertos



Hay que ser muy atrevido, muy inconsciente o estar muy seguro de sí mismo para embarcarse en la composición de un libro de microrrelatos, porque se trata de un género tan exigente como ingrato. El límite entre la genialidad y la simpleza es, en él, más delgado y quebradizo que en ningún otro. Lo saben los estudiosos (y en Murcia tenemos a Basilio Pujante como elevado ejemplo) y lo sabemos también los lectores, que sufrimos noventa decepciones por cada diez alegrías.
Con Vosotros, los muertos, de Ginés S. Cutillas, nos encontramos por fortuna en el platillo bueno de la balanza, allí donde las sorpresas agradables, los guiños felices, los aciertos formales y los cierres impolutos dominan de forma clara. Y el autor valenciano no lo consigue por el camino fácil (es decir, acuñando un molde y geminando sus mecanismos), sino al método nietzscheano: actuando como un bailarín y exigiéndose un giro más complicado en cada vuelta, un salto más intrépido en su siguiente acrobacia.
Así, recurre a atrocidades sangrientas (“Asuntos de familia”); a humoradas lingüísticas (“Los cantones de mi casa”); a muertos que formulan legítimas peticiones (“Cemento”); a reuniones de antiguos alumnos de instituto, tan decepcionantes como melancólicas (“Memorias estancas”); al influjo de los pequeños movimientos sísmicos sobre la prosa del microrrelato (“Terremoto”); a ancianos que frecuentan pliegues espacio-temporales, para estupor y pánico de sus familias (“Los abuelos”); a curiosas meditaciones sobre las bifurcaciones que nos plantean en la vida y que nos obligan a elegir (“Vidas posibles”); o al modo en que ciertas costumbres pueden adquirir unas dimensiones inesperadas al cambiar de situación (“El siguiente”). Y, si me permiten una apreciación rigurosamente subjetiva, en sus páginas van a poder encontrarse la mejor historia que he leído jamás con un teléfono como eje del argumento (“Tiempos felices”).
El resultado es, como les digo, un volumen elegante, sin fisuras, pulido hasta la perfección y donde el autor de Un koala en el armario consigue una auténtica obra maestra del género. Vayan corriendo a su librería de confianza y háganse con él.

1 comentario:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

Me recuerda a «Vosotros los que leéis que aún estáis entre los vivos»...los relatos y microrrelatos, bien hechos, son pequeñas novelas.