lunes, 16 de enero de 2017

Leche



Cuando uno ha redactado y publicado ya más de mil quinientas reseñas sobre los libros que la vida o la fortuna le han ido poniendo ante los ojos, tiende a desarrollar una cierta rutina en sus análisis: subrayar lo más notable de los argumentos o del estilo, advertir la consistencia o debilidad de los personajes, elogiar o denigrar el uso de determinados mecanismos, deslizar referencias culturales o comparaciones con otros autores, permitirse un guiño de humor o un zarpazo virulento...
Pero de vez en cuando se produce un milagro y encontramos una obra que lo pone todo patas arriba y que nos deja más bien perplejos, con los dedos suspendidos sobre el teclado y la mirada perdida. El volumen que acabamos de terminar nos ha deslumbrado, ha disuelto todos nuestros esquemas y nos obliga a reducirnos a la sencillez, al aplauso sin palabras, a ese tributo que ya apenas dedicamos a dos o tres volúmenes anuales. Es el caso de Leche, de Marina Perezagua, publicado por Los libros del lince en 2013.
En sus relatos conocemos a H., una persona afectada por la explosión nuclear de Hiroshima, que se integra en el grupo de quienes “llevamos la bomba dentro” (p.19); a Alba, una chica que decide acometer un fingimiento espeluznante e iluminador; a la mujer que cuida abnegadamente el cuerpo quemado de un hombre; a la joven que se enfrenta a su padre, víctima de un derrame, quien la expulsó del hogar cuando ella apenas tenía 15 años; al hombre que se adentra en el mar con una isla flotante de plástico; al profesor de matemáticas que ejercita sus manos sobre el cuerpo de una adolescente, por un motivo loable... Tantos y tantos seres sorprendidos desde un ángulo nuevo, con un ritmo sintáctico que se revela distinto y que nos ofrecen fotogramas vitales y emocionales que quedan flotando en la memoria cuando acabas su relato. Incluso en los textos que, por su levedad, desentonan en el volumen (como “Blanquita”) existe un aliento que los redime de la insignificancia.

Marina Perezagua ha llegado por sorpresa a mi retina y a mi biblioteca; y creo que no va a irse en el futuro. Gracias por devolverme la ilusión lectora.

1 comentario:

El Gato Trotero dijo...

No sabía de su existencia y ahora me encantaría leerlo...

Yolanda ❤ ❤ ❤