domingo, 13 de noviembre de 2016

Cuéntame cosas que no me importe olvidar



La mayoría de los seres humanos nacemos, crecemos y morimos en círculos pequeños, donde los parámetros vitales están definidos con nitidez: un cierto idioma, unas ideas religiosas imperantes, un entorno previsible, unas relaciones sociales convencionales, unos modos. En suma, una dialéctica bastante sencilla y anquilosada entre el “esto sí” y el “esto no”. Sólo en vacaciones o en carnavales osamos traspasar tímidamente esas fronteras y nos autorizamos habitar una piel distinta. Así que la fábula terrible que Pablo de Aguilar González nos propone en Cuéntame cosas que no me importe olvidar zarandea nuestra arquitectura interior y nos hace tragar saliva.
Estamos en plena Navidad y en las tristes inmediaciones de una oficina de empleo. Allí se encuentran varias personas a quienes la actual crisis-estafa ha expulsado de su círculo y ha lanzado al vértigo de la niebla: Reyes, que después de tres décadas desempeñando un cargo administrativo ha perdido su trabajo y ha sido abandonado por su esposa; Susano, que realiza equilibrios en el angustioso filo del desahucio y que no consigue apartar de su memoria a Abril, una sobrina política de la que está enamorado; Nacho, antiguo dios arrogante de las inmobiliarias, que no acaba de aceptar que su vida poblada de coches de alta gama, despilfarros en alcohol y contratación de putas de lujo ha tocado a su fin; Félix, al que erosiona un cáncer y que, por dignidad, se niega a seguir el extenuante e inútil tratamiento que los médicos le prescriben... Todos se verán envueltos en un misterioso enigma cuando sea encontrado el cadáver de uno de ellos y se descubra que, tiempo atrás, recibió casi dos millones de euros en la lotería. ¿Quién lo asesinó en su propia casa y se llevó una parte del dinero que guardaba allí?

Pablo de Aguilar, utilizando ese hilo negro, consigue unir en este volumen las historias de un grupo de perdedores que, en el fondo, representan a todos los perdedores de un país y de una época. El aquí y el ahora de una España envilecida hasta el vómito por quienes han manejado durante décadas los hilos de la política y del dinero, sin preocuparse por las consecuencias. De tal suerte que la telaraña final nos muestra, con detallismo doloroso, un buen manojo de derrotas crueles y hasta un complicado enredo relacionado con el tráfico de drogas, que se irán trenzando en una novela muy bien construida, en la que el autor consigue dibujar juegos malabares muy habilidosos con delincuentes violentos, seres derrotados, policías adúlteros, cuñados vengativos y otros especímenes igualmente chocantes, que mantienen la atención del lector sin ningún desmayo narrativo. Una gran propuesta para este final de año literario.

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