martes, 31 de mayo de 2016

Sombras de sueño



Miguel de Unamuno presenta una peculiaridad (que algunos tildan de problema y otros de seducción) en sus piezas teatrales: que están impregnadas de ideas, encarriladas con ideas, dirigidas hacia ideas y moduladas por ideas. No parece haber vida auténtica en sus personajes, ni diálogos “humanos”, ni situaciones “naturales”. Todo se antojan mecanismos y marcos dispuestos para la exposición y el desarrollo de una tesis, de tal modo que se produce en el lector (e imagino que en el espectador) una especie de asfixia conductista. El abrumador empeño que siempre manifestó por crear en sus novelas “personas” no palpita con igual intensidad en sus páginas teatrales, donde sobresalen el cartón piedra y el melodramatismo palabrero.
Los diálogos, en el mundo escénico de Unamuno, siempre pecan de filosofismo. Los habitan infinidad de juegos de palabras, paradojas, filigranas verbales de las que se extraen lecciones nuevas y hasta aventuras léxicas (como cuando Julio Macedo se aventura en estas páginas a proponer la palabra “poeta” para las mujeres y la voz “poeto” para los varones). Sus personajes entablan, más que diálogos al uso, auténticos duelos dialécticos llenos de ingenio e intelectualismo Pero quizá esas características (y lo apunto como posibilidad) no resulten menos disculpables que el lirismo o el prosaísmo de otros autores, que exploran unas directrices alejadas del habla media.
En Sombras de sueño se nos presenta a dos protagonistas principales: la joven Elvira Solórzano, que vive con su padre en una isla y que se refugia de la soledad leyendo continuamente la biografía del héroe Tulio Montalbán, de quien anda secretamente enamorada pese a las informaciones que lo declaran muerto; y Julio Macedo, un visitante foráneo que ha llegado a la isla y que, para sorpresa de sus habitantes, parece decidido a instalarse definitivamente allí. A partir de ese momento se produce un acercamiento entre ellos, que irá llenándose de matices sorprendentes.

Don Quijote, la fantasía, el cambio de identidad, el mar, la huida del propio destino, la Historia o el amor verdadero serán piezas de un puzle intelectual que no emociona pero que puede distraernos durante un par de horas.

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