domingo, 9 de agosto de 2015

Oro blanco



Ocurre con el novelista Patrick Ericson un fenómeno harto curioso: consigue suspender la indiferencia de sus lectores, sea cual sea el tema que aborde, en cada uno de sus libros. Puede que no te interese en absoluto el mundo críptico de la masonería, pero te sientes atrapado por las páginas alucinantes de La escala masónica; quizá nunca te hayas detenido a reflexionar sobre el ciberterrorismo, pero El ocaso de las siete colinas te sorprenderá; es probable que las ucronías se te antojen un recurso gastado en literatura, pero Objetivo: Adolf Hitler te provocará escalofríos; y tal vez el satanismo no se encuentre entre tus motivos librescos favoritos, pero La memoria de Lucifer te helará la sangre... Patrick Ericson, con la habilidad que sólo tienen algunos —muy pocos— narradores, logra convertir un tema que nos resultaba ajeno o ininteresante en auténtica obsesión, y se hace dueño de nuestra mente y nuestra voluntad mientras dura su historia. Y aun después.
Ahora, con su recentísima novela Oro blanco, el escritor de Alhama de Murcia nos lleva hasta Somalia, lugar donde confluyen y se anudan habilidosamente varias líneas argumentales: una historia sobre pesca ilegal del atún, una historia sobre vertidos tóxicos al Índico, una venganza a punto de cumplirse, una periodista que se propone desenmascarar un negocio sucio en el que aparece implicada la mafia calabresa, niños obligados a convertirse en asesinos sin piedad, niñas a quienes se fuerza a la prostitución más escabrosa, etarras camuflados bajo una identidad inocua, pervertidos sexuales que gozan provocando la muerte de sus compañeras de cama, doctoras que trabajan en hospitales sin recursos... Todo ese ramillete de ficciones, que se van aproximando unas a otras hasta urdir una telaraña de diabólico poder envolvente, no es sino una parte de Oro blanco, porque lo capital de esta novela es que su autor no se limita a enredar o amontonar, sino que relaciona y justifica de un modo coherente, creíble.
Patrick Ericson, desde luego, nos entrega un libro de acción, en el que asistimos a bombardeos, ráfagas de disparos, cabezas cortadas por piratas somalíes, suicidios truculentos, lapidaciones (la que figura en el capítulo 3 eriza la columna vertebral), ablaciones de clítoris y hasta cremaciones a sangre fría. Pero el espléndido novelista alhameño no descuida el otro componente, que equilibra o completa lo anterior: el análisis de las respuestas humanas en esa zona terrible que es siempre el límite, la frontera, el borde del precipicio: personas que deben elegir entre matar o morir, entre sobrevivir o naufragar, entre espirar o expirar. En ese sentido, y en muchos otros, Oro blanco es una fabulación impagable y magnífica, porque nos permite observar cómo se comportan las personas (cómo nos comportaríamos, quizá, nosotros mismos) en esos lodazales de angustia donde no se tiene margen para elegir y cada segundo puede salvarnos o costarnos la vida.

Y es que Patrick Ericson lo ha vuelto a hacer: lejos de encasillarse en una temática o en un método, vuelve a arriesgarse en zonas peligrosas y sale triunfador con una novela espléndidamente construida e impolutamente redactada, en la que varios conflictos en teoría lejanos entre sí se funden ante nuestros ojos en un escenario (el Cuerno de África) muy poco habitual en la novelística española. No sé qué esperan las mejores editoriales para publicar su Anochece en Irak.

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