domingo, 12 de julio de 2015

La sirena roja



Estamos en la comisaría de la Ertzaintza en Oiartzun, en un grupo de investigación dirigido por la estricta oficial Baraibar. Un día, cuando nada hace presagiar que se avecina un cambio drástico en su rutina, descubren que tienen entre manos un caso mucho más escalofriante de lo que es normal: alguien está asesinando a personas que llevan tatuajes y luego les corta esa porción de piel, de forma tan precisa como inmisericorde. El caso queda en manos de la agente Eider Chassereau y el suboficial Jon Ander Macua, quienes comienzan sus primeras labores interrogando a varias personas relacionadas con el caso e intentando reunir indicios y pruebas. Muy pronto van a descubrir que existe un nexo que une a todas las víctimas: Lorena, una tatuadora de renombre que trabaja en la parte vieja de Donostia.
Con este planteamiento inicial, la escritora Noelia Lorenzo Pino (Irún, 1978) arranca La sirena roja, una de las novelas negras más bien orquestadas que he leído en años. Y lo consigue utilizando el método más difícil pero más meritorio: escribiendo una espléndida novela que, además, es negra. Comienza construyendo grandes personajes, llenos de solidez y matices (cada uno de los que aparecen por las páginas de esta novela tiene un pasado, una familia, unos tics, unas fobias, unos gustos, que le dan espesor, consistencia y credibilidad); luego, relaciona a estos personajes entre sí mediante nexos “naturales” (es decir, que no hay vínculos forzados, ni carambolas urbanas que los reúnan por azar, sino que todo está conducido con suavidad de aceite); y, por fin, inserta a todos en una trama envolvente, en la que cada peldaño de la escalera está más que justificado y donde los sucesos se vertebran de un modo coherente, ágil y eléctrico... Para cerrar la maravilla, Noelia Lorenzo concluye su novela entregándonos a un culpable al que no veíamos venir (utiliza, eso sí, la técnica de crear sucesivos sospechosos que van siendo descartados, pero lo hace con una enorme elegancia, en absoluto tributaria del cliché).
Aquejados por debilidades evidentes o secretas, todos los protagonistas de la obra se muestran como seres humanos, demasiado humanos: Eider está obsesionada con el tamaño de sus pechos, que juzga excesivo; Jon Ander Macua recibe unos mensajes de corte misterioso a los que no quiere contestar y que solamente al final de la novela alcanzarán sentido; Baraibar vive con la culpa de haber sufrido el suicidio de su pareja; Ibon Fernández, antiguo novio de Lorena, de la que tiene que mantenerse alejado por orden judicial, vive trapicheando con droga; Gabriel, un cirujano que aparece hacia la mitad de la novela, se encierra en una casa de las afueras, donde se reúne con otras personas para realizar actividades misteriosas; Larraitz, la mejor amiga de Lorena, va a correr una suerte aciaga cuando el asesino se fije en ella como la siguiente víctima...

No voy a desvelar nada de la trama ni de su resolución (esos placeres les dejo que los disfruten ustedes solos), pero sí que emitiré un juicio tan claro como meditado: creo que Noelia Lorenzo Pino es uno de los descubrimientos literarios de la temporada. Toda mi gratitud, pues, a la editorial Erein, por apostar por ella y no permitir que una obra tan valiosa como La sirena roja se pierda en los cajones del olvido.

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