domingo, 26 de julio de 2015

El galán fantasma



Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) fue un dramaturgo de altísima calidad que, por efecto del oleaje inmisericorde de los siglos, ha acabado sufriendo un desgaste y un menosprecio bastante injustos: se le suele ofrecer en ediciones infectas en las ferias del libro de ocasión; ha recibido los denuestos de varios intelectuales de prestigio (Miguel de Unamuno, en sus cartas a Sergio Fernández Larraín, lo calificó de “gongorino inaguantable”, de “inflador de gaita” y de “teólogo echado a perder”); las adaptaciones de sus títulos al mundo del cine han sido escasas y por lo general mediocres; y sus ventas, en fin, han quedado constreñidas al territorio más áspero y desagradable: el de las lecturas obligatorias de bachillerato y universidad. No se merecía, el egregio autor de La vida es sueño, una erosión tan bochornosa.
Ahora, la exquisita editorial Cátedra vuelve a ocuparse de la necesaria reivindicación del dramaturgo madrileño, entregándonos El galán fantasma (a cargo de Noelia Iglesias), una pieza muy interesante, de agilidad manifiesta y de personajes que, más allá de sus rasgos convencionales, resultan atractivos y creíbles: Astolfo, un muchacho de noble espíritu y posición acomodada, corteja con éxito a Julia, de quien obtiene palabra de matrimonio. Pero una presencia indeseable enturbiará esta relación: el Gran Duque Federico se ha encaprichado de la hermosa dama y se cree con derecho de obtener sus favores. Inevitablemente, se producirá un agrio enfrentamiento entre ambos, y Astolfo resultará muerto. No obstante, poco tardarán los aturdidos lectores en descubrir que se trata de una muerte ficticia y que, recuperado el galán de sus graves heridas, podrá volver a acercarse a Julia gracias al auxilio de su amigo Carlos, que le mostrará un túnel subterráneo que, desde su hogar, conduce al jardín de la muchacha. Durante unas jornadas, todo el mundo acepta como algo lógico que Julia pasee de noche entre los parterres; pero pronto empezarán las suspicacias, las celadas y los enredos.
Decía Francisco Umbral en una de sus obras que ningún escritor puede luchar contra su propio estilo, y en El galán fantasma es evidente que Calderón de la Barca es Calderón de la Barca. O sea, que permanece fiel a sí mismo: hay secuencias donde se yergue demasiado hacia el intelectualismo expresivo (pero también lo hizo Lope de Vega en El perro del hortelano o La dama boba); instantes donde alguna leve confusión escénica está a punto de complicar demasiado la trama; o momentos en los que la ortodoxia de ciertos personajes se resquebraja (los súbitos celos de Astolfo o la magnanimidad de Federico en la secuencia de cierre). Pero no se puede negar que la pieza es, en conjunto, habilidosa, eficaz y atractiva. Jugando con naipes perfectamente definidos (el poderoso que abusa de su condición, el galán cuyo amor se ve molestado, el amigo dispuesto a socorrer, el criado que vulnera de los códigos de la fidelidad, la sirvienta timorata) e insertándolos con buen oficio en una trama ágil, Pedro Calderón de la Barca nos ofrece una comedia digna de ser recordada con respeto.

La editorial Cátedra continúa ampliando su catálogo con obras realmente notables, que la convierten en un referente nacional e internacional. En este caso, con una producción de capa y espada que hubiera podido firmar el Fénix de los Ingenios sin ningún tipo de rubor.

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