martes, 18 de noviembre de 2014

La clave secreta del universo



Sólo existe una tarea más compleja que estudiar los entresijos cuánticos e infinitos del universo, y es tratar de explicárselos de forma seria y profunda a personas sin una especial preparación científica. ¿Cómo conseguir que alguien con un cerebro normal (y entiéndase que no hay burla en mis palabras) comprenda lo que son las supercuerdas o los agujeros negros, las supernovas o las galaxias elípticas gigantes?
Lucy Hawking, auxiliada por los conocimientos de su padre (el célebre matemático y físico teórico Stephen Hawking, cuya Historia del tiempo fue hace años un inesperado best-seller) y con el apoyo de Christophe Galfard (famoso por sus tareas de divulgación), ha construido una novela para tratar de conseguir ese arduo propósito. Y a fe que lo ha conseguido. Su protagonista es George, un chico que, aherrojado por unos padres refractarios a todo adelanto que provenga de la ciencia (practican una suerte de ecologismo extremo, que los lleva a despreciar el mundo tecnológico y sus presuntas bondades), termina descubriendo que junto a él vive Eric, un investigador que, aparte de una hija simpática y fantasiosa, posee un ordenador ultramoderno (“Cosmos”), que habla y está dotado con capacidades tan increíbles como hacer que sus usuarios viajen virtualmente por el espacio. Gracias a las enseñanzas de Cosmos y Eric, el muchacho irá enamorándose del mundo de la ciencia, que le ayudará a superar sus problemas personales (entre los que se incluyen no sólo las relaciones con sus padres, sino también con sus compañeros de aula).
Pero como toda novela que se precie, La clave secreta del universo nos presenta una figura antiheroica, que sirve como contrapeso de la narración y que la vuelve mucho más interesante, porque la dota de aire policíaco: la de Graham Ripe, un desagradable profesor que parece divertirse humillando a sus alumnos y que, sin que al principio adivinemos muy bien las razones, se empeña en atosigar a George y trata de descubrir lo que éste sabe sobre el misterioso ordenador Cosmos. Algo trama (y nada bueno) el mefistofélico personaje.

Lucy Hawking, con una evidente habilidad, construye una novela seria, muy solvente, muy bien organizada, donde mediante dibujos, cuadros sinópticos, explicaciones sencillas y hasta un bloque fotográfico impresionante (compuesto por 32 páginas a todo color), nos invita a pasear por los pliegues más oscuros del universo, haciendo que nuestra curiosidad se despierte y quede excitada por el deseo de saber. Quizá el detalle que más conviene subrayar de este volumen es que Lucy Hawking no se ha limitado a hilvanar con mayor o menor pericia secos conceptos del mundo científico sino que, realmente, ha edificado una novela, donde los personajes son creíbles y donde la ficción envuelve la aspereza técnica con agradables dosis de misterio. El peso del apellido Hawking no debe empañar el mérito del nombre Lucy.

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