miércoles, 6 de agosto de 2014

Los jardines de la memoria



Agotadas hace tiempo las posibilidades heroicas o militares de la novelística que trata sobre la Segunda Guerra Mundial o la guerra civil española de 1936, sigue abierto el inmenso caudal de las posibilidades humanas de esos conflictos. De ese venero fértil y en apariencia inagotable han brotado en los últimos años auténticas perlas, como Soldados de Salamina (Javier Cercas), Los girasoles ciegos (Alberto Méndez), La ladrona de libros (Markus Zusak), La llave de Sarah (Tatiana de Rosnay) o varias producciones recientes de Almudena Grandes.
En el año 2000 se editó en Francia un pequeño librito de Michel Quint que luego Ignacio Pérez Fernández tradujo para el sello Salamandra con el título de Los jardines de la memoria y que tiene como protagonista a un niño. Ese chaval se muestra en todo momento avergonzado de que su padre, que es maestro de profesión, emplee sus horas libres en amenizar fiestas, gratuitamente, vestido de payaso. Porque, además, sus actuaciones son tan patéticas y tan faltas de gracia que provocan un bochorno insufrible en su hijo. Un día, cuando menos lo puede esperar, un pariente de su padre llamado Gaston le explica que ambos se vieron involucrados en una operación de la Resistencia contra la invasión nazi en Francia y que, tras haber saboteado un transformador, fueron capturados por los alemanes como rehenes (sin saber que eran culpables del atentado). Fue entonces cuando conocieron a Bernhard Wiki, un soldado que tenía como tarea la de custodiarlos y que, en la vida civil, trabajaba como payaso. Sólo entonces entenderá el narrador por qué su padre comenzó, años después, a disfrazarse también de payaso. Y el propio narrador, por sorpresa, también lo hará para asistir a un juicio especialmente importante: el de Maurice Papon, un célebre colaboracionista francés.

Un libro discreto, más pirotécnico que brillante, pero con el que se puede pasar una buena tarde de lectura.

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