martes, 17 de junio de 2014

Cuentos republicanos



Los meses finales de la II República española, vividos y contados por un niño desde Tomelloso (Ciudad Real), ratifican esa certera afirmación que asegura que si describes tu aldea estarás describiendo el mundo. Francisco García Pavón (1919-1989) deja que su mirada vaya recordando escenas, personajes y anécdotas de aquel mundo pobre, distinto y periclitado, donde nos muestra sus ceremonias de religiosidad rancia, con curas gesticulantes y amenazadores, beatas conejiles y niños endomingados (“La novena”); sus celebraciones con anís, bailes ñoños, sedas, calor y pasodobles (“El bautizo”); ese Ford T que compra el abuelo y que desplaza con su ráfaga de modernidad a la endeble tartana y al desvencijado tílburi (“El coche nuevo”); aquel gañán que intentaba propasarse con una moza del pueblo y a quien, contra todo pronóstico y de forma contundente, le salió el tiro por la culata (“La frescachona”); aquel indiano que volvía a la localidad en condiciones enigmáticas, con más sombras que luces, y que acababa languideciendo entre partidas de cartas y borracheras (“Juanaco Andrés, el que llegó de México”); aquellas tardes de colegio, con el maestro leyendo el ABC y tomando morcilla frita ante sus alumnos, a quienes exigía silencio a golpe de palos (“El colegio de don Bartolomé”); o aquellos días confusos de julio del 36 en los que todos «hablaban de los militares de África, de no sé qué levantamiento» (“El bugatti”).
Con una serie de personajes que se repiten aquí y allá, burbujeando en varias de las narraciones, la textura que consigue García Pavón en estas páginas recuerda mucho a la de una novela, entendida en sentido lato y moderno.
Mis tres relatos favoritos de este volumen son: “Paulina y Gumersindo” (una historia de matrimonio pobre, que toda la semana ha de permanecer separado por motivos laborales y que los fines de semana reedifica la complicidad, la ternura y el amor), “El hijo de madre” (el modo complicado en que el hijo de una prostituta ha de sobrellevar su condición en el colegio) y “El entierro del Ciego” (cuadro costumbrista sobre el dueño de un lupanar, que ha pedido ser enterrado al son del tango Adiós, muchachos, de Carlos Gardel, con el previsible escándalo del ayuntamiento y la iglesia).

Este libro, editado por Menoscuarto, constituye una magnífica ocasión para acercarse hasta Francisco García Pavón, uno de los narradores españoles más interesantes de mitades del siglo XX.

1 comentario:

supersalvajuan dijo...

Menudo mundo el de los meses finales de la República. El Apocalipsis sin San Juan