domingo, 19 de mayo de 2013

Guerra y emancipación



Abraham Lincoln, uno de los padres fundadores de la nación americana, protagonista de la Guerra de Secesión y uno de los grandes ideólogos y defensores del antiesclavismo. Karl Marx, economista y pensador, pilar básico de la doctrina comunista y de la lucha de clases. ¿Qué tipo de conexiones se pueden establecer entre dos personas de tan diferente textura mental y de biografías tan dispares? Para sorpresa de muchos, más de las que en principio se pudiera suponer. En el volumen Guerra y emancipación, publicado por el sello madrileño Capitán Swing, encontramos un buen número de páginas escritas por uno y otro alrededor de un tema común: el conflicto armado que enfrentó a los yanquis contra los sureños entre 1861 y 1865, y que conformó los cimientos de los actuales Estados Unidos.
Las traducciones han sido posibles gracias a Andrés de Francisco (autor además de la selección), Antonio Lastra y Javier Alcoriza. Robin Blackburn, con un texto algo moroso pero sin duda necesario, explica al comienzo del volumen muchos detalles de una guerra que no se centró tan sólo en el idealismo igualitario de blancos y negros sino en matices menos puros y más complejos, que llevaron a la consolidación de dos «imaginarios nacionales incompatibles» (p.25), que aquí se abordan desde dos ópticas distintas pero convergentes.
Abraham Lincoln, después de una nota levemente petulante del año 1859 (donde nos habla de unas elecciones que hubo veinticinco años atrás y explica: «contendí por un escaño en la legislatura; fui derrotado; fue la única vez que el pueblo me ha derrotado», p.65), y dejando aparte el tedioso uso de las cursivas que maneja en el Discurso de la casa dividida, eslabona de forma bien pautada sus argumentos y construye alocuciones de notable densidad. A veces, no vacila a la hora de incurrir en alguna pincelada religiosa, siempre discutibles («Dios está con nosotros», p.72); pero por lo general gusta más de acudir a reflexiones humanas, en las que exhorta a los lectores a que traten de ponerse siempre bajo la piel de las víctimas, para mejor entender su dolor («Este es un mundo de compensaciones, y el que no quiera ser esclavo, debe consentir en no tener esclavos. Aquellos que niegan a otros la libertad, no la merecen para sí mismos», p.75).
Karl Marx, por su parte, demuestra en sus escritos estar muy bien informado acerca de la realidad económica y política del país transoceánico, y va desmantelando una a una las inexactitudes de la prensa inglesa sobre el conflicto. Su tesis principal es que «la guerra no ha sido provocada por el norte, sino por el sur» (p.135) y que «el norte entró en guerra a regañadientes y semidormido» (p.170)... Incluso, amparándose en la enorme cantidad de datos de los que dispone, llega a estudiar los casos concretos, estado a estado, ofreciendo un minucioso análisis del desarrollo de los combates.
En suma, un libro interesante, anómalo y muy peculiar, adecuado para todos aquellos que quieran conocer más profundamente los primeros años de la andadura de los Estados Unidos de América. Y que viene a demostrar que el político de Kentucky y el filósofo prusiano, a pesar de sus acusadas diferencias intelectuales, compartieron un proyecto común: el apoyo indiscutible a un «proyecto emancipatorio de un mundo armonioso de ciudadanos libres e iguales» (p.12).

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