No estoy muy convencido de que el profesor Lozano
Teruel sea (aunque así se diga en el prólogo y él lo suscriba humildemente en
varios de los artículos de este libro) un divulgador;
sobre todo, porque esa palabra puede interpretarse a una interpretación malévola,
en el sentido de “aquél que rebaja algo para ponerlo a la altura de”. Y esa
acepción no conviene en modo alguno a las páginas de este catedrático de
Bioquímica, viejo conocido de los lectores del periódico murciano La verdad. Yo
propondría más bien la palabra traductor,
por parecerme más exacta. El profesor Lozano Teruel traduce el lenguaje de la ciencia para un lector curioso y culto,
necesitado de que alguien extracte para él las noticias más suculentas de
Nature, Science, British Medical Journal, PNAS y otras revistas especializadas.
Y lo hace con un lenguaje riguroso, que no pierde ni una arista de precisión y
que, a la vez, resulta inteligible, ameno y bien trabajado literariamente (qué
ingenioso el texto: “Legionella: la congresista distinguida”).
Muchas son las informaciones que, por su curiosidad
y su trascendencia, sorprenderán al lector de estas páginas: las amplias
bondades que para nuestro corazón comporta la sopa de pollo (p.86); la certeza
de que dar pecho a los bebés reduce el riesgo de contraer cáncer de mama
(p.114); la noticia de que los pioneros en la lucha contra el tabaco fueron los
científicos nazis (p.217); que el ginseng es altamente beneficioso para los
diabéticos (p.294); que la vitamina C reduce el riesgo de padecer cálculos
biliares (p.452); que el consumo abundante de sal duplica la posibilidad de
tener cataratas (p.477); que las neuronas, al contrario de lo que se pensaba, sí
parece ser que se regeneran (p.497); o que se están realizando estudios
esperanzadores sobre la corteza de un árbol argentino, del que se obtiene un
extracto eficaz en la lucha contra el sida (p.639). Otras veces, la información
puede provocarnos una sonrisa (por ejemplo, que los gases liberados por las
vacas contribuyen gravemente al efecto invernadero, p.517) o un gesto de
asombro (cuando se nos explica que escuchar música de Mozart reduce los efectos
de la epilepsia, p.556).
Súmesenle a todo eso las impresionantes
ilustraciones de Paco Hernández, llenas de virtuosismo compositivo, y se
obtiene un volumen extraordinario para disfrutar y para aprender.
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