domingo, 17 de junio de 2012

Extrañas mujeres de azul




En 2009, dentro de la colección La biblioteca del tranvía, que fue auspiciada por la editorial Tres Fronteras y que tenía un singular formato (libros de pequeño tamaño y de precio reducido), apareció una joyita que llevaba por título Las guapas deberían morir. Eran siete relatos ingeniosos, escritos con elegancia, buen humor y destreza, que me permitieron descubrir las virtudes prosísticas de Julia R. Robles, una pontevedresa que, tras recalar en Cartagena, se ha establecido en Santo Ángel, donde desarrolla su labor profesional como diseñadora gráfica y donde, también, escribe sus historias, llenas siempre de imaginación, sorpresas y exquisitez.
Como el mundo de los relatos cortos no tiene el mimo editorial que quizá se merecería (salvo contadas excepciones, protagonizadas por aventuras gozosas como Páginas de Espuma, Menoscuarto y sellos de ese estilo), suele ser frecuente que las personas que escriben este tipo de narraciones breves acudan a concursos literarios, que les permitan ver reconocidos (y publicar) sus textos. De ahí que Julia R. Robles decidiese concurrir al certamen de relatos ilustrados que convoca cada año la Diputación Provincial de Badajoz. Y obtuvo con esta obra, titulada Extrañas mujeres de azul, un meritorio segundo premio, lo cual no hace sino corroborar que Julia es una escritora en progresión ascendente, con un prometedor futuro ante sus ojos, tal y como han indicado ya los primeros críticos que se han ocupado de sus obras... Media docena de relatos componen esta colección y, si lo pensamos con una cierta distancia, se construyen con voluntades e incluso con técnicas distintas. La pistola de Laura nos lleva, aparentemente, al mundo de los traumas infantiles (esa niña protagonista que mantiene su mano derecha siempre en forma de pistola, para “defenderse de los malos”); pero lo que en realidad ocurre es que Julia R. Robles nos está escondiendo la carta más importante de su tirada, que no aparecerá hasta el final mismo del relato. Ritual en el Hotel Holganza nos cuenta una historia de voyeurismo y enamoramiento, igualmente articulada sobre la morosidad narrativa y un evidente cortazarismo, que los lectores agradecerán. Mon enfant se desarrolla en el interior de un autobús y tiene a dos únicos protagonistas: una mujer que ya ha cruzado el ecuador de su calendario vital y un chico joven e impetuoso que viaja en el asiento inmediatamente delantero. Una leve excusa bastará para que entablen una conversación. Concavitos supone un cambio radical de escenario y también de protagonistas: aquí los personajes centrales son seres que habitan los suburbios de la mendicidad, y ese brusco giro le permite a Julia R. Robles ejercitarse en otro registro narrativo y ambiental, menos frecuente en ella pero del que sale airosa. La ciudad invertida incurre más bien en el mundo de la fábula o la metáfora, porque transcurre en una población donde viven una niña diminuta y un chico gigantesco, que verán sus vidas alteradas profundamente por un extraño suceso. Y por fin Gilda siempre viaja en preferente, relato basado en un ama de casa que, por fin, se libera del yugo de la domesticidad para dedicarse a su gran amor, infinitamente postergado: el mundo de la canción. Pero antes deberá ajustar cuentas con su pasado... Las ilustraciones para estas propuestas las pone Pablo Manuel Moral.
Según dictaminó hace un par de años la escritora Marta Zafrilla, la caída de un meteorito en Molina de Segura (Nochebuena de 1858) provocó un efecto del que ahora disfrutamos las consecuencias: una especie de radiación demorada que ha provocado la aparición del más importante grupo de escritores que jamás se haya dado en esa tierra. Habría que preguntarse si en Pontevedra cayó también un meteorito de similar factura, que explicase la brillantez de esta escritora que nos enriquece con su presencia.
Con un dominio sutil de los resortes psicológicos y narrativos, Julia R. Robles, nuestra protagonista de hoy, construye en Extrañas mujeres de azul seis fabulaciones sólidas, de buen formato, donde queda patente su habilidad para el mundo de los relatos breves. ¿Cuál será su techo? ¿Hasta dónde será capaz de llegar en ese género? A esas preguntas sólo puede contestar el futuro, pero les aseguro que las señales y las expectativas son más que halagüeñas. Me parece un valor firme.

1 comentario:

supersalvajuan dijo...

Pues que conteste el futuro.