domingo, 25 de septiembre de 2011

El holocausto español



Bertolt Brecht, en uno de sus poemas más famosos, se interrogaba acerca de cuestiones en las que la mayoría de los seres humanos ni siquiera detenemos nuestra mirada reflexiva. Napoleón —se dijo el dramaturgo alemán— conquistó media Europa; determinado faraón construyó una pirámide; etc. Bien, pero, ¿lo hicieron solos? Indudablemente no: hubo a su lado estrategas, soldados, héroes, economistas, campesinos, constructores, operarios, fanáticos y peritos. Hubo miles de seres humanos que convirtieron el proyecto en realidad. Y esto nos lleva, lógicamente, a la condición simplificadora de la Historia. O por expresarlo con un juego de mayúsculas y minúsculas: se nos dice habitualmente Quién, pero no quién. Miguel de Unamuno, profundizando por ese sendero de análisis, llegó a lo que él llamaba la intrahistoria; es decir, el acercamiento al hecho menudo, puntual, concreto, anecdótico... y revelador.
Paul Preston, uno de los historiadores más prestigiosos y galardonados del mundo, nos acaba de ofrecer un descomunal trabajo que, con el llamativo título de El holocausto español (Odio y exterminio en la Guerra Civil y después), publica la editorial Debate. Su envergadura (más de ochocientas páginas) podría parecer un inconveniente, pero el lector termina olvidándolo en cuanto se sumerge en sus líneas. Con vocación de miniaturista, el académico británico recurre a una extensa lista de historiadores e informantes que, desde todos los puntos de España, han ido facilitándole lo que él requería: datos concretos, nombres y apellidos, cifras exactas y no manipuladas. En suma, historia rigurosa de lo que ocurrió en los cinco años anteriores al estallido de la guerra civil de 1936 y en los que vinieron después. Sin dejarse llevar por las hipérboles reduccionistas o inflacionistas, Paul Preston ha navegado por aguas difíciles para intentar aproximarse a la almendra de la verdad, ese territorio tan arduo (habida cuenta de los resquemores enquistados que siguen flotando y ardiendo a su alrededor). No duda para eso en emplear algunas fórmulas de innegable dureza, sin que la tiemble el pulso a la hora de hacerlo, tanto a la derecha como a la izquierda del espectro político. Por ejemplo, cuando se refiere a la «crueldad glacial» de Francisco Franco, en la p.132; o cuando nos habla de la traidora condición del asturiano Santiago Carrillo como «submarino dentro del Partido Socialista», en la página 467.
Esa misma fiebre verbal, a veces, conduce a Paul Preston hasta posiciones más discutibles. Por ejemplo, si echamos un vistazo a la página 96 veremos que nos habla de unos anarquistas que asaltaron una oficina de reclutamiento militar y que en ella «mataron a dos guardias e hirieron a un tercero». Apenas unas líneas más tarde, el historiador comentará que cuando los militares lograron rehacerse de la sorpresa repelieron el ataque de los anarquistas y «los mataron a sangre fría». Como puede observarse con nitidez, el tratamiento verbal de ambos sucesos es muy significativo: unos «mataron» y los otros «mataron a sangre fría». Y no es un ejemplo aislado. Si acudimos a las páginas 134-135 veremos que Preston nos habla de que en un enfrentamiento que se produjo en Sama de Langreo «perdieron la vida 38 guardias civiles»; mientras que en otro foco de conflicto «los rebeldes fueron aplastados por un regimiento del Ejército (...) causando la muerte de seis vecinos». Como se puede ver en este revelador uso de los regímenes verbales, los guardias (38) «perdieron la vida» y los obreros (6) «fueron aplastados». Pero como todos los asuntos relacionados con la guerra civil suelen ser más bien espinosos, ruego que no se me entienda mal. No estoy diciendo que la obra de Paul Preston deba ser juzgada como un libro tendencioso o demasiado marcado ideológicamente. Nada más lejos de mi intención. Por el contrario, se me figura un volumen valioso, fruto de un trabajo descomunal y bien hecho. Lo que digo es que deberíamos tener la cautela intelectual de verlo como una aportación brillante, lúcida, esclarecedora y sensata sobre nuestro último conflicto bélico, pero que no debemos caer en la tentación de considerar este libro como una Biblia incontestable. Casi nada lo es en el terreno de la Historia, y seguro que el propio Paul Preston aceptaría discrepancias y matices. Lo dicho: para leer, reflexionar y saber de dónde venimos.

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