martes, 26 de octubre de 2010

Elogio del desierto




Es muy fácil cantarle a los vergeles, a los jardines, a los bosques y a las selvas. Lo han hecho los renacentistas, los barrocos, los románticos, los simbolistas y muchas otras subespecies líricas. Toda la escala cromática está contenida en sus flores, en la contundencia o la gracilidad de sus árboles, en la voluptuosidad de sus brisas o en la placidez del sol que los baña. Pero cantarle al páramo, descubrir en él la explosión de la belleza, es privilegio de ojos especiales. Como los que demuestran tener el madrileño Julio Martínez Mesanza (poeta de la palabra) y el santanderino José del Río Mons (poeta de la imagen), que elaboran en este Elogio del desierto un espectacular experimento donde los versos y las fotografías se aúnan para llevar nuestras pupilas y nuestras pieles hasta el centro mismo de la arena, bajo un sol que se derrama torrencial sobre nosotros. La música recta de los endecasílabos (de factura inmejorable) está complementada con las curvas que nos aportan las fotos, tan simples como eficaces. El conjunto, que está prologado por Santiago Miralles, lo publica hermosamente el sello Siltolá.

3 comentarios:

Leandro dijo...

El hombre es un ser insatisfecho por naturaleza. Supuesto número 1: eres fotógrafo, eres un artista, pero sobre todo, eres cántabro y no encuentras mejor sitio para dar rienda suelta a tu talento que el desierto

supersalvajuan dijo...

A mi el desierto como que no.

julio martínez mesanza dijo...

Gracias, Rubén.