martes, 1 de junio de 2010

Intersecciones




Todos consideramos, en un momento u otro de nuestras vidas, que en su conjunto nos ha ido bien o que nos ha ido mal; que nuestra existencia ha sido satisfactoria o que ha resultado un fracaso; que hemos alcanzado la felicidad o que se nos ha escurrido como un pez entre los dedos. Y, como la hierba siempre es más verde al otro lado del río, sospechamos siempre que a los demás les ha sonreído la fortuna con más indulgencia que a nosotros. Es una reflexión humana, demasiado humana (como hubiera dicho el gran atormentado Friedrich Nietzsche). Pero hay una reflexión que también acude a nuestra mente de vez en cuando: ¿pudo ser de otra forma? ¿Pudo mi vida moverse en la dirección contraria, lanzarse por un sendero diferente, caminar hacia el norte en lugar de hacerlo hacia el sur? ¿Pude casarme con una persona distinta; habitar una ciudad que no fuera ésta en la que me encuentro; pronunciar mis palabras en un idioma antípoda; dejarme seducir por una religión, o un equipo de fútbol, o unas ideas políticas, que no fueran las que me seducen actualmente? La respuesta, como es lógico, siempre es afirmativa. Todos somos conscientes de ser quienes somos «por casualidad», pero lo aceptamos sin demasiadas torturas psicológicas, porque de lo contrario nos volveríamos locos.
Pablo de Aguilar González se incorpora al mundo de la novela española con una meditación relacionada con ese asunto. La obra se titula Intersecciones, se la ha publicado espléndidamente el sello Inéditor, y tiene como protagonista a un hombre llamado Fulgencio. Se encuentra realizando tranquilamente sus compras en un supermercado cuando, de improviso, un personaje llamado El Tientos (un tipo de aspecto más bien vagabundo) se le acerca y comienza a hablarle como si supiera quién es. Fulgencio se muestra tan cauteloso como perplejo. Debe tratarse de una confusión. Pero El Tientos está convencido de que Fulgen (así lo llama) le toma el pelo: no es posible que exista un parecido tan asombroso con la persona que él dice. La cosa, obviamente, podría quedar en una simple confusión... pero no es así. Cuando sale del centro comercial descubre que le han robado el coche, y los encargados de seguridad lo miran con sorna cuando intenta denunciar ese delito: también ellos creen que se trata de Fulgen, el misterioso amigo de El Tientos. Y la cosa se complica aún más cuando, poco a poco, Fulgencio descubre que ya no lo reconocen ni sus compañeros de trabajo, ni los miembros de su familia, ni ningún integrante de su «antiguo mundo». ¿Qué es lo que está pasando? Él, desde luego, no tiene ni idea; pero está comenzando a atosigarse cada vez más. Por fin, descubre que no está solo en estas experiencias anómalas: otros dicen haber sufrido idéntico «robo» de su vida. Lo que ocurre es que, en el caso particular de Fulgencio, todo es más complicado, porque a él lo acusan de un grave delito y son varias las personas que pretenden matarlo en esta nueva existencia.
Pablo de Aguilar (nacido en Albacete, pero residente en Molina de Segura), con una prosa rápida, agilísima, de frases cortas y gran poder coloquial, consigue sumergirnos en el desasosiego desde las primeras páginas, porque nos envuelve con interrogaciones inesperadas: cuando optamos por el camino A y nos desentendemos del camino B, ¿estamos realmente seguros de que ese último camino deja de existir? ¿No será posible que, como insinúan los teóricos de la física cuántica, estemos a la vez en los dos? Y, aceptada esa última posibilidad, ¿acaso es tan absurdo imaginar que puedan existir túneles, conexiones, puentes, lazos, que vinculen esos caminos y que nos permitan, por accidente, pasar de uno a otro? La hipótesis es, desde luego, arriesgada, porque zarandea todos aquellos elementos sólidos sobre los que hemos estado viviendo durante siglos con inalterada comodidad. Pero Pablo de Aguilar consigue envolvernos en una historia fascinante construida sobre esas incómodas preguntas. Acompañar a Fulgencio a través de la niebla es un ejercicio subyugador, porque nos permite preguntarnos qué haríamos si esa niebla nos envolviera también a nosotros y zarandeara la estabilidad de nuestra vida. Algunas novelas son tan sorprendentes como inquietantes. Intersecciones pertenece a ese grupo privilegiado.

1 comentario:

supersalvajuan dijo...

Siempre hay que poner las cosas en la balanza, y luego decidir.